¿Os ha pasado que, con vuestra imaginación, habéis sido capaces de ver desde una perspectiva muy distinta las cosas y seres que os rodean? Algo así le ocurre a Pablo, el protagonista del cuento escrito por Nuria Durante Martínez, de 4ºB de ESO, para nuestro ciclo de Cuentos por Halloween:
Historia de un amor fantástico
por Nuria Durante Martínez
Hola, me llamo Pablo, tengo quince años, soy un niño muy fantasioso, creativo y, no es por presumir, pero también soy muy inteligente, no como los niños de hoy en día que solo juegan a videojuegos y están pegados al móvil, yo soy ingenioso y soñador. Tengo el pelo castaño, ojos marrones, nada que destaque dentro de lo que cabe, soy alto y de complexión delgada. No hay mucho más que decir sobre mí, en general soy un niño normal, voy a un instituto, como otro cualquiera y allí, en los recreos me junto con mi mejor amiga, Cami, nos conocemos desde que éramos muy pequeños y es muy buena chica. Hoy os contaré una pequeña historia que ocurrió hace unos años, bueno, ¡allá voy!
Era una bonita tarde de verano, ya se acercaban las vacaciones, tiempo para jugar y no preocuparse más por los trabajos que mandaban aquellos odiosos dragones. Yo estaba como de costumbre, sentado, esperando ansioso a que tocara el timbre para ir a almorzar al comedor. Tras cinco largos minutos tocó ese timbre que tanto esperaba oír, seguidamente, todos los caballeros salimos de la mazmorra, y nos dirigimos al comedor supervisados por aquellos detestables dragones. Vigilados constantemente, fuimos al comedor pasando antes por la zona de descanso para los caballeros, otras mazmorras y por último la fuente de lava. Al fin llegamos al comedor, todos los caballeros nos sentábamos, preparados para almorzar esa comida tan vomitiva que nos preparaban las dragonas cocineras. Tras sentarnos, nos acercaron dicha comida, no teníamos escapatoria, hasta que no nos comiéramos al menos la mitad del plato, no podíamos salir del comedor, si no era así, seríamos castigados por los terribles dragones. Una vez comiendo entró de repente uno de mis mejores amigos, Alberto, traído a la fuerza por un terrible dragón. Este se sentó a mi lado y seguidamente me contó que la bella Princesa Camila estaba castigada, vigilada por el dragón más temible de todo el castillo. En ese momento, sin pensarlo un instante más, supe que tenía que ir a rescatarla de aquel dragón; pero no podía ir solo, no podría enfrentarme a todos los peligros que se encontrarían allí fuera, por lo que le dije a mi mejor amigo Alberto si me querría acompañar en esta aventura para poder rescatar a la bella princesa Camila, este accedió, observándome con una mirada clara y convincente. No iba a ser una misión fácil, pero lo lograríamos.
Lo primero que había que pensar era cómo salir de aquel espeluznante comedor, sin ser vistos por los gigantescos dragones. Removiendo el puré de patata alrededor del plato para que pareciera que había cada vez menos, se me ocurrió una gran idea, pero necesitaríamos a una persona más. Esta persona nos ayudaría a distraer al dragón que vigilaba la puerta, mientras que este se distraía, nosotros saldríamos rápidamente por la puerta sin ser vistos. Mi amiga Laura accedió a distraer al dragón, mientras nosotros escapábamos. Comenzaba el plan, Alberto y yo nos levantamos a beber agua a la fuente que había a unos metros de la puerta de salida, desde allí, le hice una señal a Laura, para que comenzara a distraer al dragón de la puerta. Mi amiga, tan astuta como siempre, fingió que se atragantaba con un trozo de carne, y el dragón acudió corriendo a socorrerla. Era nuestro momento para escapar, y así lo hicimos: cuando el dragón prestaba toda su atención a Laura, salimos corriendo en busca de la princesa Camila.
Una vez fuera, corrimos todo lo que pudimos hasta refugiarnos debajo de unas escaleras que conducían a una mazmorra diferente a la nuestra. Allí nos escondimos de los dragones, que, al ver que no estábamos, salieron en nuestra búsqueda. Estos estuvieron una media hora buscándonos, pero no nos lograron encontrar. Después de que los dragones volvieran a sus respectivas mazmorras con los caballeros, salimos a buscar a la Princesa Camila, no sabíamos exactamente dónde estaba, pero nos imaginábamos que aquel dragón se la llevaría a la mazmorra donde van todos los castigados; así, salimos decididos a rescatarla.
Una vez fuera de aquellas sucias escaleras, empezamos a andar hacia la mazmorra donde se encontraban todos lo castigados. Primero había que atravesar la fuente de lava, rodeada de lava en su alrededor y repleta de numerosos peligros. Para atravesar esta fuente, teníamos que pasar por un puente, que solo se nos permitía pasar con supervisión de un dragón, pero decidimos cruzarlo nosotros solos. Así lo hicimos, comenzamos a cruzar el puente de lava. Al principio, fue bastante fácil y relajado, nadie nos molestó ni se interpuso en nuestro camino y el puente no fue complicado de cruzar, hasta que de repente, sin esperarlo, vino de repente el único dragón con alas de todo el castillo, no contábamos con eso, se nos olvidó pensar en que haríamos si veíamos al dragón con alas. En ese momento mantuvimos la calma, y este nos preguntó que qué hacíamos aquí solos, nosotros respondimos de forma inteligente, que nos habían dejado ir al baño, así conseguimos que el dragón con alas no se enfadase y pudimos continuar con nuestro camino.
Logramos llegar sanos y salvos a la zona de descanso de los caballeros, allí decidimos continuar con nuestro camino sin descanso alguno. Entramos a la zona de descanso de los caballeros, y tampoco contábamos con que iba a ser la hora de descanso de los caballeros más mayores, en ese momento nos paramos en seco, y nos quedamos mirándonos atentos unos segundos, y segundos después miramos a la zona de descanso, repleta de caballeros mayores que nosotros. En ese momento nos armamos de valentía, y decidimos seguir un poco atemorizados, entramos a la zona de descanso y comenzamos a andar sin parar, aunque algunos caballeros mayores que nosotros nos miraban bastante raro. De repente, se interpusieron en nuestro camino dos caballeros con armadura negra, bastante más mayores y altos que nosotros; estos nos preguntaron qué hacíamos allí y si queríamos problemas, nos paramos muy asustados y nos miramos, preguntándonos el uno al otro con la mirada qué debíamos hacer. Nos dimos la vuelta y le dije en voz baja que debíamos distraerles y rápidamente salir corriendo, así lo hicimos. Les distraíamos con la astuta mentira de que había una princesa preciosa detrás, y seguidamente salimos corriendo. Estos nos persiguieron por toda la zona de descanso, nosotros huimos fácilmente, teníamos la ventaja de ser más pequeños que ellos, por lo tanto, éramos más bajitos y esquivábamos más fácilmente a los otros caballeros, así acabamos perdiéndolos de vista y librándonos de otro problema. El viaje se nos complicaba por momentos, pero la meta estaba cada vez más cerca.
Al fin, logramos cruzar la zona de descanso donde se encontraban, por desgracia, todos los mayores, y sin darnos cuenta, estábamos ya en frente de la puerta de la mazmorra de los castigados. Allí decidimos pararnos algunos minutos y pensar qué hacer. No podíamos entrar y llevarnos a la princesa Camila porque nos apeteciera: si queríamos rescatarla habría que idear un plan. Los dos nos paramos y pensamos unos minutos. Mirando a las piedras del suelo se me ocurrió una idea un tanto peligrosa que podría funcionar, se me ocurrió hacer algo con estas piedras: Alberto podría coger unas cuantas y empezar a tirarlas a la puerta de atrás, así llamar la atención del dragón más temible del castillo, mientras este se distrae yo me infiltraría en la mazmorra, y me escondería debajo de alguna mesa que había al entrar a la mazmorra, así hasta llegar a la princesa y huir por la puerta de atrás, después de rescatarla los dos huiríamos hacia la zona de descanso, donde nos encontraríamos de nuevo. Así lo hicimos, y gracias a Alberto pude salvar a la princesa Camila sin ser castigado, y a Alberto por suerte tampoco lo castigaron gracias a que corrió rápido después de tirar las piedras. ¡La princesa fue rescatada sana y salva!
Aquí finaliza mi historia. Ahora, Cami y yo nos llevamos fenomenal y Alberto y yo recordamos esta historia muchas veces, riéndonos de lo renacuajos que éramos, llamando dragones a los profesores y a las clases mazmorras. Ahora puede que sea un niño imaginativo, ¡pero… de pequeño muchísimo más!