Publicamos, como avisamos el otro día, la Versión máxima de la Revista de poesía 40 proezas [número 5, volumen I] (ISSN 2603-9567), donde se contienen los poemas y caligramas escritos por alumnos de Secundaria y Bachillerato del Colegio San José, unos textos que ponen de manifiesto que la poesía no está tan lejos de nosotros, y cada vez se acerca más.
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Frente a la dificultad y la complejidad de la expresión sobre la que se articularon y se siguen articulando diversas corrientes poéticas, ha habido y se mantiene una tendencia, encarnada en una serie de autores de distintos movimientos, a acercar la poesía a lo cotidiano, a darle un tono conversacional, próximo a la gente de a pie: una modelación del lenguaje poético para que un lector medio pueda disfrutar de este género literario.
Así, frente a construcciones barrocas como aquella con que don Luis de Góngora, poeta culterano, expresaba los tópicos de la brevedad de la vida y del tempus fugit utilizando el símbolo de la rosa:
Si te engañó tu hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana,
encontramos otras formas más cercanas a nuestro lenguaje, como aquella con que Vicente Gallego actualiza ese mismo símbolo:
Alguien trajo una rosa
hace ya algunos días, y con ella
trajo también algo de luz,
yo la puse en un vaso y poco a poco
se ha apagado la luz y se apagó la rosa.
Y ahora miro esa flor
igual que la miraron los poetas barrocos,
cifrando una metáfora en su destino breve:
tomé la vida por un vaso
que había que beber
y había que llenar al mismo tiempo,
guardando provisión para días oscuros;
y si ese vaso fue la vida,
fue la rosa mi empeño para el vaso.
La poesía, pues, cambia, evoluciona junto a la lengua y a los tiempos y, sin embargo, algunos de los mensajes que nos transmite permanecen constantes en todas las épocas: verdades profundas que el poeta revela a los hombres y cuyas luces pueden servirnos de faro en esta existencia nuestra.
Por eso a veces abrimos una publicación con textos de alumnos de un colegio y encontramos una poesía tan viva que nos sorprende, rebosante de deseos recién nacidos y ya multiplicados, de incipientes pulsiones, de tristezas fugitivas, de esperanzas sin límite, de imaginación desbordada, de intuiciones tempranas que revelan, de nuevo, verdades incontestables, como la de, entre otros muchos, estos versos de Enrique Martínez Fenoll:
nada es verdaderamente grave
para los seres incapaces de amar.
Verdades vitales como el vértigo del amor, su descubrimiento, su anhelo, el amor no correspondido, la incertidumbre, la decepción del amor. Verdades como la fuerza de la amistad y su fragilidad, la persistencia del tiempo y su inexorabilidad, el sentimiento de soledad que atenaza el corazón, la necesidad del olvido, la imposibilidad de escapar a las experiencias que se acumulan en la memoria y en los recuerdos.
Verdades duras como el dolor de la pérdida, de la ausencia, el abismo y el desgarro de la muerte; las injusticias de la guerra, las sinrazones de esta sociedad, su excesivo consumo, su terrible prioridad, pues toda prioridad es terrible cuando no es el ser humano y su felicidad.
Verdades dulces como la ilusión que produce un objeto cotidiano, las sensaciones que provocan los elementos de la naturaleza: lluvia, nieve, sol, viento, invierno. Verdades innatas como el amor a la madre o al hermano.
En las páginas de estas 40 proezas. Revista de poesía (número 5), encontrará el lector la expresión poética, ya desatada, ya contenida, de esas verdades —sentimientos, ideas, reflexiones, divertimentos, sueños, aspiraciones y otras emociones y horizontes— realizada por alumnos de Educación Secundaria y de Bachillerato del Colegio San José (Espinardo, Murcia).