Hoy, Víspera de Todos los Santos, se celebra en algunos lugares la fiesta de Halloween: habrá quien se disfrace durante el día y durante la noche, habrá quien vea alguna película de miedo y habrá quien lo festeje leyendo algún relato de terror. Nuestros alumnos de Educación Secundaria han escrito durante estas últimas semanas algunos cuentos de esta temática, en el contexto de la asignatura de Lengua y Literatura. De entre todos ellos, hemos seleccionado algunos que iremos publicando en el Blog del Colegio San José para que alumnos, padres y profesores puedan disfrutar de la imaginación que despliegan estos jóvenes escritores, cuyas historias nos hacen estremecer de inquietud, de desazón, de horror…
El relato de hoy, cuyo título podría ser «El anillo», lo ha escrito María José Muñoz Manzanares, de 4ºB de E.S.O. Agárrense el corazón, y no dejen que el terror les devore…
CUENTO DE TERROR
por María José Muñoz Manzanares
Era una noche como otra cualquiera, pero, sin embargo, en esta ocasión, no conseguía dormirme. Era consciente de que mi sentimiento de culpabilidad me perseguiría toda la vida.
Aquella noche no debí tomar alcohol, a pesar de que Natalia, mi gran amiga, no paraba de insistir en que no bebiese, no le hice ningún caso, y pasó lo que nunca debería haber pasado.
Tuvimos un grave accidente de coche, y murió la persona equivocada. Allí estaba ella, inconsciente, a mi lado. No se movía, solo sangraba. Aún resuenan en mi cabeza las palabras de aquel médico:
-No podemos hacer nada por ella.
El funeral de mi única amiga se me hizo eterno, todo el mundo me acusaba en silencio con sus miradas de reproche. No podían imaginar el dolor que sentía. No pude soportarlo y me marché a casa. Lloré y lloré durante horas hasta que el sueño por fin me venció.
De pronto me despertó un frío aterrador. Algo me decía que no estaba sola en aquel cuarto. Me levanté y fui a la cocina para tomar una pastilla que aliviase el fuerte dolor de cabeza que sentía.
Escuché un estruendoso golpe, que procedía de mi habitación. Estaba totalmente atemorizada. No había nadie en casa, por lo tanto rezaba para que hubiese sido el sonido de un objeto al caer. “Pero las cosas no se caen solas”, pensé.
Conforme me iba acercando a la puerta mi corazón latía con más fuerza. Presentía que algo no iba bien. Me armé de valor y abrí La puerta bruscamente. Me «tranquilicé» al ver que todo estaba en su sitio, pero estaba muy segura de lo que había escuchado.
Decidí no crear paranoias en mi cabeza, y cuando iba a meterme en la cama, dirigí la mirada hacia la mesita de noche. Allí encima estaba aquel portarretratos que exhibía nuestra foto preferida. Natalia y yo cubiertas de confeti con unas orejitas de Minnie en su 18 cumpleaños. El miedo me paralizó completamente al ver el objeto que había junto a aquel retrato.
No era posible. ¡Era aquel anillo! Yo tenía uno igual. Hacía dos años que los compramos juntas como símbolo de nuestra gran amistad, y desde entonces ninguna habíamos dejado de llevarlo. Estaba segura de que, en el funeral, Natalia lo llevaba en su dedo.¿Qué estaba pasando? ¿Alguien me estaba gastando una broma pesada? ¿Estaba perdiendo la cabeza?
Mi cuerpo empezó a temblar. De nuevo el aterrador frío que me había despertado, regresó a mi cuerpo. Había alguien en aquel cuarto, estaba segura, y mis sospechas fueron confirmadas cuando sentí que alguien me acariciaba el pelo por detrás. Me quedé inmóvil, mi respiración se aceleraba por segundos. Miré al espejo que había frente a mí, suplicando que todo fuese fruto de mi imaginación. La muerte de mi amiga me había afectado demasiado, debía de ser eso, pero estaba equivocada. Aquel espejo me devolvía una imagen espeluznante. Allí estaba Natalia, a mis espaldas, con la cara cubierta de sangre, tal y como la vi el día del accidente, incluso llevaba la misma ropa. Lo único distinto eran las facciones de su cara. Sus ojos reflejaban una mezcla de rabia, rencor y reproche.
-Debiste hacerme caso, ahora vas a tener que venir conmigo, ¿o acaso has olvidado la promesa que nos hicimos? «Siempre juntas». ¿Recuerdas? La noche del accidente decidiste tu destino y el mío. Te advertí muchas veces que no bebieras, pero me ignoraste por completo, y ahora he venido a por ti. Allí donde estoy, hay mucha soledad, y sabes que nunca me ha gustado estar sola. Lo justo es que me acompañes.
Empecé a notar una presión muy fuerte alrededor del cuello, tan fuerte que no me dejaba respirar. Me faltaba el oxígeno. Intenté liberarme de aquellas manos que me oprimían la garganta, pero me era del todo imposible. Poco a poco noté cómo mis fuerzas flaqueaban e iba perdiendo el conocimiento, y decidí no luchar más, ya no podía. Me di por vencida.
La sensación de angustia era infinita, pero algo dentro de mí me decía que abriese los ojos. Y así lo hice. Desperté empapada en sudor. Gracias a Dios, todo había sido un terrible sueño.
Me levanté y fui al baño a refrescarme un poco la cara. Eran las tres de la madrugada, y estaba agotaba. La pesadilla había sido horrible y seguía aún sugestionada. Cuando conseguí tranquilizarme decidí volver a mi cuarto. Me dejé caer en la cama. Miré con temor hacia aquella mesita de noche, pensando que todo había sido fruto de mi imaginación. Pero comprendí que me equivocaba cuando, al mirar, vi que algo brillaba con fuerza. Sí, allí estaba aquel anillo. Mi pesadilla no era tal, porque había empezado a cumplirse. Apenas puedo respirar…
María José Muñoz Manzanares (4ºB E.S.O.)