Proseguimos este ciclo de Halloween con un relato de David Cacciato Salcedo, de 2º de Bachillerato, titulado Mariscada, en el que mediante un juego entre diversas instancias narrativas (personajes, narradores y autores), y con elementos simbólicos como un Consejo de Monos, el autor, o el narrador, o el personaje, o su hermano, reflexiona, o reflexionan con lucidez acerca del verdadero miedo que se instala en nuestras vidas y contra el que hemos de luchar de una manera específica.
MARISCADA
por David Cacciato Salcedo
Érase aproximadamente 30 minutos, la madre de un niño denominado Facundo Montesinos le avisó que tenía que hacer un cuento. Facundo, tonto y despistado, no se acordó en todo el tiempo que había tenido, y decidió ponerse a prueba: intentó escribirlo por su móvil, aun sin tener ni idea de cómo hacerlo. Así, Facundo comenzó su aventura entre las tenebrosas sombras de su habitación, alumbrada tan solo por la luz lunar, tenue y muchas veces odiada por Facundo, porque no le dejaba dormir. Mientras escribía el cuento, oyó un ruido extraño: “ολα, σοι ελ καρτερο ι βενγο εν σον δε παθ”, decía ese ruido (porque a los ruidos a veces les da por hablar). Facundo se asustó tanto que saltó por la ventana, cogió el tranvía de la madrugada para llegar hasta el monte, gritó a los 28 vientos “tengo sueño, pero soy fuerte como un oso en su etapa adulta joven”, volvió a su cama, y prosiguió escribiendo su cuento, a pesar de las criaturas del averno que le acechaban, escondidas tras un manto nocturno. Pasadas 28 horas y -27,9 horas, Facundo se consideraba lo suficientemente fuerte como para darle un hilo narrativo lógico a su historia, y así lo hizo. He aquí su resultado:
Érase una vez un niño llamado Pepito, al que su madre le dijo algo de un cuento, y Pepito, somnoliento, decidió ignorarla e irse a dormir. Y soñó. Soñó cosas muy feas. En su sueño había un niño llamado Abd Al-Rahman I, al que se le daba bien romper lazos políticos con califatos bagdarianos, y por eso se comió un sándwich de jamón con queso y mantequilla y aceite y amor y mucho más aceite y conjunciones coordinantes por todos lados y aún más amor. Tras esta pesadilla tan escalofriantemente escalofriante, Pepito se fue a por Facundo, a exigirle una indemnización por daños morales, lo que le sirvió a Facundo de inspiración para irse a por el autor de esta historia. 15 minutos después de estas catástrofes, el autor de esta historia decidió hacerse un vaso de leche, sin miedo alguno.
Y así es como acaba el relato, lo que nos hace preguntarnos: ese Facundo del cuento, ¿es el Facundo escritor, o es alguien más? ¿Y a quién se refiere con el “autor de esta historia”, a él mismo de nuevo o a un ente superior aburrido? Tantas preguntas sin respuesta dan miedo, un miedo digno de cuento de terror.
Entre tanto lío, el Consejo de Monos decidió golpear el universo con su mazo de la justicia, haciendo de esta obra inútil y sin sentido, una obra de la que se hablaría durante milenios, como mínimo. Por tanto, se creó una nueva obra dentro de esta obra, introducida esta nueva de esta forma tan sutil, pero aun así válida porque el Consejo de Monos son monos y no saben cómo introducir correctamente historias, no les va el rollo narrativo:
Una bruja por su casa quería comerse a su gato, pero el gato quería comerse a la bruja, la paradoja del tostador, por todos conocida. La bruja se fue a por un palo, el gato a por un cepillo. Nació la escoba. Sangre por el suelo. Terror gratuito insertado aún más gratuitamente. Esta historia da miedo, quien diga que no, no tiene alma.
El Consejo de Monos, nada satisfecho con su trabajo, decide destruirlo e intervenir en la historia original, otorgándole a Facundo unas dotes de escritor infrahumanas, τενγο συενιο ι αμβρε, περο σοι φυερτε κομο υν οσο εν συ εταπα αδυλτα τεμπρανα.
El Consejo de Monos vio que las capacidades infrahumanas no eran del todo útiles, por lo que se las arrebataron a Facundo sin piedad, a la par que le absorbieron el alma con una aspiradora de última generación.
Ahora, con un escritor sin alma y un Consejo de Monos despiadado y descontrolado, le toca entrar en escena al creador del creador de universos: Yo, más conocido como Yon Piernas Locas. Yon, que de escritura de misterio y terror no tenía ni idea, no dudó en pasarle el trabajo a su hermano Tú, mayoritariamente conocido como Tutankamon el Dueño de los Huertos de Lechugas de las Altas Torres del Alba Invernal Allá por Torremolinos.
Tutankamon iba a escribir su nombre entero para comenzar un cuento de verdad, pero le dio toda la pereza del mundo y se fue a un universo paralelo.
Tantos fracasos iban a dejar al mundo sin su cuento de terror. Es entonces cuando el universo se da cuenta de algo. La humanidad intenta prever todo aquello que puede pasarnos en el futuro y cómo solucionarlo, sin apenas hacer caso a los problemas del presente. El verdadero significado del miedo es, por tanto, la inseguridad de no saber la verdad, no saber qué ocurre en nuestro presente, pero aun así preocupándonos por un futuro incierto. Un miedo que se intenta suprimir aparentando que todo está bien, y pensando que podemos hacer que el futuro también lo esté. Lo que todo el mundo sabe, y a la vez nadie, es que nada está bien, y ese es el verdadero miedo. Nunca saber por qué todo no funciona como debería. El terror no se encuentra en este cuento, sino en la propia vida de las personas. Una vida que no sabemos aprovechar por ese mismo miedo que nos impide ver qué funciona mal. Un miedo que nos impide vivir realmente. Un miedo que estará ahí para siempre, hasta que aprendemos a aceptar que hay que arreglar las cosas, y mirar siempre a un lado concreto, aun estando prácticamente ciegos.