Una nueva entrega de este ciclo de Halloween nos lleva hasta los pensamientos de una chica que no puede controlar sus actos: algún tipo de fuerza superior dirige sus acciones, y ella asiste como un mero espectador a una serie de hechos cruentos ejecutados con sus manos… Se trata del cuento Por favor, que sea un sueño, de Ana Ferrar Salaberry, de 3ºA de ESO.
POR FAVOR, QUE SEA UN SUEÑO
por Ana Ferrer Salaberry
Me levanto. Mis piernas hacen que me siente en mi cama. Mis extremidades, mis articulaciones, mi cuerpo se mueve sin que yo lo controle.
Bajo las escaleras y me siento en la mesa de la cocina. Parece que espero a alguien, o algo. Mis manos empiezan a peinar mi pelo y acabo haciéndome una coleta. Me levantó y me lavo las manos. Abro el cajón y cojo lo que parecen unas tijeras. La habitación se ilumina, mi madre aparece por la puerta y me mira extrañada.
-¿Qué haces levantada a estas horas? ¿Por qué tienes unas tijeras?
-No lo sé.
Acto seguido avanzo hacía mi madre y sin saber cómo ni por qué hundo las tijeras sobre su brazo. Está sangrando. La miro sin comprenderme por lo que he hecho. Se me cae una lágrima. Mis piernas comienzan a andar y, sin saber cómo acabo de hacer semejante cosa, sigo caminando.
1:45 a.m.
Salgo de mi casa. Empiezo a caminar por la calle. No hay gente y apenas puedo ver unos metros delante de mí por la nítida neblina que se causa a estas horas de la noche. Avanzo. Entró en un callejón. Veo a un pequeño gato callejero buscar comida en un contenedor. Me acercó a él. Le piso la cola. El gato maúlla y se encara hacia mí. Clava su mirada en la mía. Apenas unos segundos después, el gato agacha la cabeza y tirita nervioso. Sigo andando hacía mi destino mientras las pequeña fiera se desploma tras de mí.
2:30 a.m.
Sigo deambulando, sola, sin saber a dónde voy. Mi cuerpo no está cansado y sigo vagando.
3:00 a.m.
Cada vez la bruma es menos densa y puedo distinguir ciertos edificios con claridad. Creo que estoy llegando al centro. Paso del arcén a la carretera. Sigo avanzando. Un coche viene de frente. Me pita. Quiero apartarme. No puedo apartarme. El coche consigue girar a tiempo. Noto el aire del motor sobre mi piel. Se estrella. Empieza a salir humo y fuego. Estoy confusa .Mi conciencia está despavorida. Acabo de matar a alguien. Otra vez. Esto no puede ser real. Sigo andando.
3:45 a.m.
Me detengo en frente de una casa, parece antigua. Me agacho y, tópicamente, consigo la llave detrás de una maceta. Entro. Está todo a oscuras, pero a mi cuerpo le da igual. Avanzo en las tinieblas cada vez más asustada porque hace rato que me di cuenta de que no era un sueño.
Sigo por un pasillo hasta llegar a una habitación. Puedo ver un hombre sentado en la cama, mirando algo. Percibe mi presencia. Se gira y en sus ojos puedo ver miedo, turbación, dolor… Me acerco a él y lo agarró del cuello de la camiseta.
- ¡No, por favor! ¡No lo hagas! ¡Lo siento de verdad, no, por favor, no! –El hombre se derrumba y me mira a los ojos, cada vez con menos cordura.
Ahora comprendo lo que pasa. Tengo un cuchillo, tan afilado que podría cortar cualquier cosa con solo rozarla.
- No me mates… –solloza mientras noto cómo el puñal entra en su cuerpo y deja sin vida a una persona que no conozco.
Mis manos son agresivas pero mi mirada refleja duda, fragilidad…
Salgo de la casa. Tengo la camiseta llena de sangre. Estoy atemorizada.
Por favor, que sea un sueño.