Durante la tercera semana del Torneo de Ajedrez se desarrolló, por una parte, la segunda ronda de la Categoría A y, por otra parte, se disputó la tercera ronda de la Categoría B. Continuando la dinámica anterior, las partidas se desarrollaron como era de esperar: hubo participantes que ganaron y contendientes que perdieron, pero solo una partida quedó en tablas. Los niveles de atención y concentración en el juego se han incrementado, y la tensión de los contendientes crece por momentos: cada vez les tienen más aprecio a sus ejércitos y se devanan más los sesos por conservar con vida a sus respectivos reyes, por evitar a toda costa un regicidio.
Sin apenas darse cuenta, los cerebros de estos alumnos que juegan hacen cientos de previsiones de movimientos y jugadas durante los minutos en que transcurre cada partida, lo cual pone en funcionamiento “tanto el hemisferio izquierdo para reconocer las piezas, como el hemisferio derecho para reconocer los patrones o movimientos a realizar. De esta forma, el ajedrez ayuda a usar de manera eficaz los dos hemisferios casi simultáneamente, lo que estimula la sinapsis neuronal” (fuente: Fundación UNAM).
De la retirada
Lo que más ha destacado esta tercera semana ha sido el número de abandonos entre los alumnos de 3º y 4º de E.S.O. y de Bachillerato. Un total de diez alumnos de esta categoría no se presentaron a jugar en el primer recreo del martes, pues decidieron abandonar el torneo: dado que habían sido derrotados en una o en las dos rondas previas, optaron por retirarse, pensando, quizá, que ya no tenían opciones de ganar.
Es esta una actitud poco deportiva y de poca consideración tanto con el resto de compañeros que participan como con los profesores que organizan e invierten su tiempo y su esfuerzo para sacar adelante este torneo. Cuando alguien se compromete en alguna actividad con otras personas ha de ser consecuente con su propia decisión.
La finalidad del juego
La diversión no está en la victoria, sino en el juego en sí mismo. ¿Se juega para ganar o para entretenerse? Desde luego, la etimología de la palabra “juego” no deja dudas: procedente del latín “iocus” (chiste, broma, juego de niños), y relacionada con el sustantivo “lūdus” (juego, ocio, diversión), la finalidad del juego es sencilla. Se trata de pasar un rato entretenido; cosa distinta es que, en este ámbito lúdico, algunos renuncien al juego, a la diversión misma, por tan solo creer que no van a resultar vencedores.
Las emociones, el aprendizaje, las tensiones; todo eso ocurren mientras se desarrolla el juego: una boca se abre de asombro al ver cómo cae una Torre que había hecho estragos entre las filas del ejército contrario; unas manos se van a la cabeza al presenciar la muerte de una Reina; un suspiro sobrevuela el terreno de combate cuando el peligro inminente de perder una figura importante ha pasado; unos dedos rascan una barbilla en busca de una jugada con consecuencias letales para el adversario. Cuando el juego ha terminado, ya todo ha ocurrido, y solo resta la operación matemática de sumar las puntuaciones.
Además, ya sabemos que no siempre se divierte más quien gana, y que la relación entre la victoria y el placer que conlleva está sobrevalorada.
Figuras con superpoderes
En un par de partidas se pudieron presenciar movimientos asombrosos, propios de figuras con superpoderes: un alfil saltó por encima de un peón y se abalanzó sobre una reina con un claro ánimo homicida; un caballo, en vez de hacer la ele de 2+1 escaques, la hizo contando cuatro casillas al frente y dos a la derecha, lo que hizo pensar que, más que de plástico duro, debía de estar hecho de goma elástica.