El regalo maligno es un cuento de Alejandro Caravaca, de 3ºC de ESO, que incluimos en este ciclo de Halloween y que trata sobre un regalo que causó un gran dolor a una niña y a una madre…, y no decimos más para no desvelar ningún misterio.
EL REGALO MALIGNO
por Alejandro Caravaca Ruiz
Érase una vez un amigo mío que tenía una vecina, una chica de más o menos 25 años, no recuerdo su nombre (la llamaremos Laura). Laura tenía una preciosa hija, una niña de aproximadamente un año, a la cual amaba y cuidaba como a su propia vida. El padre las había abandonado al saber que estaba embarazada, pero esto no impidió que salieran adelante. Laura trabajaba en una empresa electrónica de teléfonos móviles muy conocida aquí en mi pueblo, siendo una de las mejores empresarias, a tal punto que empezó a ascender rápidamente y llegó a ser la subgerente de aquella empresa, algo que trajo como consecuencia los celos y envidias de las demás empresarias, entre ellas la mejor “amiga” de Laura, llamada Marta: desde siempre habían sido amigas, se podría decir que eran como uña y carne, es decir, inseparables. Un día, lunes por la mañana (un día anterior al cumpleaños de la bebé de Laura), como todos los días Laura se encontraba en su oficina, cuando esta amiga entró y empezaron a conversar sobre los arreglos de la fiesta de cumpleaños que se realizaría al día siguiente, Laura muy emocionada pensaba cómo trataría a su pequeña.
Sin embargo ese día acontecería algo maligno y peligroso. Era ya martes por la tarde, el ambiente era festivo, alegre e infantil, lleno de globos, dulces, y pasteles. En realidad eran muy pocos los invitados, la mayoría familiares y amigos. Llegó la hora de abrir los regalos y la mayoría eran juguetes, camisetas, faldas, zapatitos…, en fin, todo lo que utiliza una niña de un año. Entre los juguetes se encontraba esta hermosa muñeca: ojos azules, pelo rubio y vestido azul. ¿Adivináis de quién era el regalo? Exactamente: era de esta mujer, Marta, quien había planeado algo horrible para dañar a Laura y a su hija. La pesadilla comenzó esa misma noche. Era medianoche y la niña comenzó a llorar. Laura, alertada, se levantó a ver qué pasaba, entró al cuarto de su hija y se acercó a su camita. Al no ver el motivo por el cual la niña lloraba, se quedó con ella, hasta quedar nuevamente dormida. A la mañana siguiente la niña amaneció con moratones en los brazos y en las piernas. Laura, preocupada, no fue a trabajar y llevó a la niña al médico. El doctor le dijo que esos moratones eran producto de golpes fuertes, y le preguntó a Laura si su pequeña se había caído de la cama o golpeado con algún objeto. Ella le contestó que no, que prácticamente su madre la cuidaba todo el día, mientras ella trabajaba en la empresa. El médico le aconsejó que observara muy bien a su hija, para que no siguiera sufriendo más golpes. Laura le comentó este suceso a su «amiga», y esta con una reacción hipócrita le expresó su tristeza por lo sucedido, pero en su interior gozaba pues ella bien sabía el mal que había provocado.
Esa noche volvió a suceder algo, a la medianoche la niña lloraba y gritaba, Laura nuevamente alarmada se levantó para ver qué le sucedía ahora. Entró a su cuarto y observó que estaba descubierta, la tapó nuevamente y se quedó con ella, toda la noche. Al día siguiente su hija volvió a amanecer con moratones, pero ahora había algo más: Laura descubrió pequeñas mordidas en todo el cuerpo y algunas eran muy profundas. Esto empezó a asustar a Laura y se lo comentó a su madre. La señora, muy extrañada, se preocupó (pues era de esas señoras que creían en maleficios y brujerías), por lo tanto se fue inmediatamente a consultar con uno de esos médium (brujos), para saber de una vez por todas qué sucedía; todo esto, claro, sin el consentimiento de Laura.
Laura estaba muy preocupada y su querida «amiga» gozaba más y más en su interior. Pasaron los días y la pobre niña no había noche que no fuera atacada por alguien o por algo. Laura, desesperada, lloraba desconsolada por lo que le pasaba a su niña. Cuando su madre llegó la encontró llorando en la cama, y le dijo que había averiguado algo, que la llevaría a descubrir lo que pasaba. Laura le preguntó que cómo había averiguado y su madre le comentó que había visitado a un brujo para que le dijera qué estaba sucediendo. Laura más alterada le dijo:
–¿Brujería? ¿Mi niña está siendo martirizada por un espíritu?
La madre no le quiso comentar mucho, sólo le dijo:
-Esta noche velaremos y veremos qué es lo que pasa.
Así fue, se quedaron en el pasillo frente al cuarto de la niña, con la puerta semicerrada, lo suficiente para poder observar dentro de la habitación. Faltaban tres minutos para medianoche. Todo estaba listo, ellas observaban fijamente a la nena que dormía plácidamente, luego el reloj sonó dando a conocer que era medianoche y sucedió algo que dejó perplejas a ambas: observaron cómo aquella muñeca se levantaba de aquel estante en donde estaba, y caminaba hacia la niña.
Laura y su madre no lo podían creer, ¡era un juguete que tenía vida!, y al instante observaron que aquella muñeca estaba golpeando y mordiendo a la niña. Enseguida la niña comenzó a gritar. Laura entró corriendo y agarró a la muñeca y la tiró al suelo, la muñeca tenía los ojos rojos como brasas encendidas, y el rostro de la cara era demoníaco. Trataron de capturarla, pero se les escapó por el pasillo y desapareció.