Decían algunos pensadores antiguos que la poesía era el resultado de la acción que ejercían los dioses y las musas sobre algunos hombres elegidos: la inspiración poética era un soplo divino que infundía en el poeta tanto el conocimiento de las cosas que le eran reveladas como las palabras precisas para comunicar dichas verdades, unas palabras que eran adecuadas para ser cauce expresivo de tales ideas.
En la Antigüedad, dadas las carencias de conocimientos, se explicaba la realidad mediante metáforas, a veces bonitas, a veces ingenuas, a veces absurdas; en la actualidad, gracias a los conocimientos científicos que el ser humano ha obtenido, sabemos con certeza que la llamada inspiración no es más –¡ni más ni menos! – que un estado cerebral en el que las neuronas emiten ondas eléctricas del tipo Theta, lo que determina un estado neuronal en el que todas las sinapsis están activadas a intensidades muy bajas, un estado similar al de distracción, el mismo tipo de ondas que generan las neuronas durante el sueño.
De manera que, cuando escribimos poesía buscamos, teniendo encendido todo el cerebro (miles de millones de “bombillas” conectadas que utilizan solo un poquito de su voltaje), palabras que expresen las imágenes y las emociones que pululan por nuestro mundo interior, para dar salida y transmitir a los demás lo que sentimos, lo que deseamos, lo que nos inquieta, lo que nos apasiona… La escritura poética es un acto de introspección, de indagación personal, de autoconocimiento, de descubrimiento, de exploración emocional, de expresión verbal y de comunicación.
En todo esto –y muchas más cosas que, en aras de la brevedad, no se referirán aquí– se vieron envueltos los alumnos de E.S.O. y de Bachillerato del Colegio San José, que construyeron sus artefactos poéticos para las fiestas del colegio, los expusieron durante una semana en “La Nave” y, ahora, se recogen en esta Revista de poesía (ISSN 2603-9567) para que el mundo pueda disfrutarlos y compartir, por unos momentos, estas 40 proezas (+11 esperanzas) salidas de los bolígrafos de estos héroes cotidianos.
La revista puede leerse aquí: 40 proezas (+11 esperanzas)
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José Eduardo Morales
Profesor de Lengua y Literatura