Ya estamos, otra vez ha llegado el día de los enamorados. Imposible ignorarlo, la locomotora publicitaria se ha puesto en marcha y ya arrastra, por la vía estrecha del consumo, vagones repletos de Romeos y Julietas hacia el ramo de flores, la caja de bombones, la joyita o el artículo de regalo que prefieran, sí, el que prefieran comprar, pero ¡cuidado con preferir no comprar! Corres el riesgo de no parecer lo bastante enamorado.
Pues, fíjate tú por dónde, en mi cole las cosas están yendo por otro camino en los últimos días de San Valentín (el del año pasado y el de ayer mismo). Sí, el Departamento de Lengua, aunque en lugar de eso habría que decir mejor sus profes (con Laura a la cabeza de la iniciativa) ha decidido plantar cara a la situación, ellos han dicho: “¡Ya está bien!” Y han continuado: “¿Qué es eso de utilizar de ese modo amor? Siendo como es una de las palabras que más respeto merece del diccionario”, y se han puesto manos a la obra, a la difícil obra de recuperar su contenido, sus múltiples significados (ninguno de los cuales, me parece, tiene mucho que ver con ir de tiendas).
La verdad es que no lo sé, y es muy posible que me equivoque, porque lo cierto es que no dan muchas explicaciones sobre sus razones primeras para hacer esto, pero me da en la nariz que han comenzado leyendo (o releyendo quizás) a Platón, concretamente El Banquete, aquel famoso diálogo en el que el filósofo griego establece sus categorías en el amor: Eros, Philos y Ágape.
Eros es el dios del amor pasional, ese que las parejas viven en los primeros tiempos de la relación. El amor erótico es instintivo, ligado a los impulsos y a la sexualidad. Para los griegos de aquel tiempo la idea de lo erótico era algo más compleja, pero lo podemos dejar así para entendernos.
El amor Philos (o Philia) es el que se vive en la amistad auténtica, se dice también que cuando Eros se debilita en las parejas es Philos quien las mantiene unidas. Otros dicen que es el vínculo de los que comparten ideales o valores, de ese modo Philos mantiene juntos a los que luchan por algo superior (a mí me gusta pensar que es una Philia la relación que mantengo con los compañeros que viven la enseñanza como yo).
Y por último Ágape, la forma más sublime. Es el amor sin condiciones, el que no busca nada para sí sino que, muy al contrario, consiste en darse. Según Martin Luther King, cuando Cristo hablaba de amar a los enemigos se refería a Ágape.
Quizás no sea Platón, también cabe la posibilidad de que haya sido Robert Sternberg, con su Teoría triangular del amor, quien haya inspirado a mis compañeros. Sternberg, hay que tenerlo en cuenta, habla solo del amor interpersonal y por lo tanto su visión es más restringida. Según él no son tres, sino bastantes más, las formas del amor. Para el psicólogo norteamericano los distintos modos de amar presentan todos, eso sí, tres ingredientes: intimidad, pasión y compromiso; la diferencia entre unas formas y otras reside en la proporción en que aparezcan. El esquema siguiente muestra las principales modalidades y la participación en cada una de ellas de los componentes básicos:
El Sr. Sternberg puntualiza, y es importante señalarlo, que una relación basada en uno solo de los componentes es más difícil que se mantenga que una basada en dos o en los tres.
Pues lo que decía antes, no sé si mis compañeros de Lengua pretenden desviar nuestra mirada de la imagen dominante en la actualidad, trivial y descaradamente comercial, de lo que seguramente sea la principal cumbre evolutiva alcanzada por la especie humana, pero os aseguro que en mi caso es eso lo que han conseguido.
¿Que cómo lo han hecho? Pues con su idea nos han puesto a todos en el cole delante de un papel y no hemos tenido más remedio que expresarnos. Alumnos, profesores, padres, todos hemos sido invitados a poner por escrito nuestro cariño, afecto, amor…, en fin, como lo queramos llamar, el hecho es que nos han emplazado a escribir una carta para dejar en ella constancia de nuestro mejor sentimiento hacia cualquier miembro de la comunidad educativa y cualquiera que sea la forma en que este se manifieste.
Las cartas, con el nombre del destinatario y remitente, las teníamos que introducir en un buzón que a tal efecto se situó junto a la sala de profesores y, llegado el momento (que naturalmente fue ayer, el día de San Valentín), ellos las hicieron llegar a sus destinatarios.
La iniciativa ha sido un completo éxito, el buzón acabó repleto y somos muchas las personas en el cole que experimentamos la emoción de vivir un San Valentín diferente.
Dejo aquí, en esta carta que no llegó a tiempo al buzón, mi gratitud y un buen montoncito de philia hacia estos compañeros porque, como también dijo Steinberg, “sin expresión hasta el amor más grande puede morir”.
Fidel Díaz Sánchez