Otro cuento de terror para continuar con este ciclo de Halloween es el de Mª Magdalena Cano Sánchez, de 3ºC de ESO, y lleva por título Nunca abras la puerta, un mandato que no se debería infringir a no ser que se esté dispuesto a afrontar ciertos sucesos que pueden tener graves consecuencias en la vida…
NUNCA ABRAS LA PUERTA
por Mª Magdalena Cano Sánchez
-Un día uno de mis tres mejores amigos pensó hacer una cosa que no creíamos que fuese a llegar a ser real hasta que sucedió. Sara, Carlos y Mateo pensaron que sería interesante que hiciéramos una invocación que vieron por internet ya que ellos decían que lo vieron absurdo y querían probar que la persona que lo hizo estaba fingiendo; mientras que Sebastián, Cristina y yo pensamos que era mala idea, aquellos insistieron hasta que nos lograron convencer de ir con ellos, Carlos nos enseñó el video de la invocación.
Estábamos listos para hacer el ritual en la casa del campo de Carlos, ya que no la utilizaban. Nosotros íbamos a invocar a una mujer a la que le quitaron su bebé; tenía mucho miedo, pero no me iba a ir para que no me dijesen miedica. Al poco rato de entrar nos fuimos al salón, apartamos unos muebles que estorbaban y empezamos, yo traje una tiza y una foto de un bebé, Sara trajo cuatro velas negras, Cristina trajo sangre de cerdo de la carnicería de su madre, Mateo trajo una linterna y cerillas, Carlos trajo un cordón umbilical y Sebastián no trajo nada, él me dijo que en cuanto viese que algo iba mal se iba de allí. No perdimos tiempo y empezamos a hacer el ritual, Sara cogió la tiza que traje e hizo una estrella satánica y le puso una vela en cada punta, después Mateo encendió las velas y yo puse la foto junto con el cordón umbilical para que Cristina lo rociase con la sangre de cerdo, hicimos un círculo alrededor de la estrella y nos cogimos de las manos y recitamos las palabras que salían en el video de Carlos… Sonó un rayo y pequeñas gotas se veían caer por la ventana, Sebastián gritó y dirigimos nuestra mirada hacia él, estaba nervioso y se había encogido: “No me gusta esto, quiero volver a casa”, dijo para después coger su móvil y darse cuenta de que no tenía cobertura, no teníamos ninguno.
Escuchamos gritos cerca de la puerta, al principio no nos atrevíamos a mirar pero al final yo fui la que miró, era una mujer que estaba andando en círculos, estaba empapada pero tenía mucha sangre encima, sentí cómo se me encogía el corazón del miedo, volví rápidamente hacia mis amigos y les dije que había una mujer fuera, Cristina dijo que quizás necesitaba ayuda… Gritó otra vez: ‘¡¡¡¡DEVUÉLMELA, DEVOLVEDME A CELIA!!!!’, esperamos a que se fuera varios minutos.
Después diez minutos en absoluto silencio. Cristina miró por la ventana y no vio nada, probó a abrir lo suficiente la puerta como para mirar con el rabillo del ojo el exterior, de repente al otro lado la mujer se asomó gritando: ‘¡DEVOLVEDME A CELIA!’, Cristina nos pidió ayuda mientras cerraba la puerta, pero ya era tarde, aquella mujer ya había podido sacar un brazo y media cara, dio un gran empujón y abrió la puerta e hizo que Cristina cayese al suelo: ‘¡DÁMELA!’, dijo para luego agarrarla del cuello y darle golpes contra el suelo, lo último que Cristina pudo hacer es llorar y gritar mientras moría.
El siguiente en la lista de la mujer era Sebastián, él se había ido al trastero con la linterna que habíamos traído, supongo que le mató con la linterna porque al cambiarme de habitación para ir con él estaba muerto con la linterna ensangrentada al lado de él, que tenía la cabeza abierta y la sangre corría por el suelo, lo que me llamó la atención de ir allí fue que dijo: ‘¡¡¡Por qué abriste la puerta, Sara!!!’, mientras le golpeaba.
Los siguientes fueron Sara y Carlos, ellos se fueron al piso de arriba, por desgracia para mí tuve la mala y traumática suerte de ver morir con mis ojos a Sara, ya que yo estaba buscándolos en el pasillo para reunir a los que quedábamos vivos, la mujer ató a Sara y la metió en la bañera y después abrió el grifo del agua, me tapé la boca, ya que entendía que lo que quería hacer era electrocutarla, alguien me chistó por atrás: era Mateo, que estaba en la habitación de enfrente. Fui con él y cerró la puerta con llave, yo miré por la ranura de la cerradura y vi que Sara no paraba de moverse, hasta que se escuchó un fuerte ruido junto con sus gritos, que pararon en seco. Había muerto y Carlos, al que tenía la mujer cogido del pelo, le seguía, cerró la puerta del baño y bajó las escaleras. Carlos solo se lamentaba y lloraba, abrí la puerta de donde estábamos y llevé conmigo a Mateo; por un momento me paré a mirar a Sara en la bañera… Sangraba por todas partes, bajamos a la planta de abajo y con sigilo fuimos a la cocina, mientras que Carlos era apuñalado en el salón con el palo de metal de la chimenea: “¡¡¡Y MI BEBÉ!!!”, gritó varias veces la mujer manchada por la sangre de mis amigos.
Le dije a Mateo que cogiera el cuchillo grande de la carne para matar a la mujer psicópata, la acorralamos y empezamos a apuñalarla y lo último que dijo fue: “Mi bebé”, con un hilo de voz. Salimos de la casa y corrimos por la carretera hasta encontrar a alguien que nos llevara a casa y ahora estoy aquí en el psiquiátrico…
-Tuvo que ser horrible para usted…
-Sí.
-La sesión de hoy de ha terminado.
-Gracias, ¿sabe?, todavía siento como si la mujer estuviera aquí.
-Espere, señorita, ¿cuál era su nombre?
-Celia…