Otro de los cuentos que hemos seleccionado para este ciclo de Cuentos por Halloween es La última noche, escrito por Andrea Abellán Cartagena, de 4ºA de ESO, quien nos arrastra al interior de una casa donde unos chicos iban a celebrar una… Pero será mejor que no desvelemos nada para que sea el lector quien lo descubra todo…
La última noche
por Andrea Abellán Cartagena
Esta es la típica historia que mis nietos contarán a sus nietos, y así sucesivamente.
Todo comenzó en mi decimoséptimo cumpleaños, el cual me gustaría olvidar. Mi grupo de amigos, formado por Sara, Ana, Pablo y Pedro, decidió celebrar mi cumpleaños en una mansión abandonada a las afueras de mi pueblo, a pesar de estar abandonada estaba en muy buenas condiciones, cerca del bosque, un sitio donde a nadie en su sano juicio se le ocurriría ir.
Y no solo íbamos a ir a una mansión solitaria a pasar la noche, sino que además íbamos a jugar a ese juego tan famoso en el que hablas con espíritus, sí, estoy hablando de la ouija.
Lo que nosotros no sabíamos es que en esa casa había habido una masacre y que los espíritus atormentados iban a tomar su venganza contra nosotros a pesar de no ser culpables de sus muertes.
Decidimos dividirnos en grupos para investigar la casa, Sara y Pablo irían explorando la planta baja, Ana y Pedro la planta superior y por último Marcos, es decir, yo, iría a examinar el desván, que según Sara, la chica amante de las historias de miedo, sería el mejor sitio para llevar nuestro “juego” a cabo.
Cuando llegué al desván e intenté abrir la puerta me di cuenta de que necesitaba una llave, que posiblemente sería la que estaba en la lámpara del techo colgada, pero era imposible cogerla. Avisé a mis amigos y les dije que no podíamos entrar así que decidimos empezar el juego en el comedor.
Sacamos el tablero, colocamos nuestros dedos sobre el tablero y debíamos preguntar: “¿Hay alguien ahí?”.
Al instante se apagaron las luces de la sala y a los pocos segundos se volvieron a encender, sentía como si hubiese alguien esperando al acecho para que me girase, verle una sonrisa en el rostro y matarme sin pensárselo dos veces. Cuando se encendieron las luces nuestros dedos estaban en el sí del tablero, efectivamente había algo ahí. Algo dispuesto a que pasásemos un increíble rato.
Mi amiga Sara preguntó qué nos haría y el tablero se movía hasta deletrear las letras m-o-r-i-r, todos nos asustamos, excepto Pablo, que se levantó del suelo y empezó a gritar que todo esto era una broma y se fue a la entrada dispuesto a abrir la puerta cuando un ente lo agarró de la cabeza y se la estampó contra el techo, viendo nosotros así cómo se le abría la cabeza dejando ver a simple vista sus sesos, como si estuviésemos viendo el cuerpo de un muerto, pero en cambio este muerto era nuestro amigo.
Mis amigos comenzaron a llorar mientras yo me quedé sin saber muy bien qué hacer con los sentimientos que estaba viviendo por primera vez en mi vida.
“No seáis como vuestro amigo, aunque aun así os torturaré hasta la muerte”, dijo el espíritu.
Mi amiga Ana estaba muy enfadada así que le preguntó al espíritu si había alguna forma de salir de la mansión con vida, a lo que este respondió:
“Saldréis si en el desván conseguís evitar las trampas que causarán vuestra futura muerte, es un juego, un juego que jugaréis en la última noche de vuestras vidas”.
En el momento en el que dejó de hablar apareció la llave en el tablero, la llave del desván, la que nos llevaría a nuestro destino final.
Llegamos a donde estaba el desván y al entrar a la habitación vimos que todo estaba cubierto de sangre, una sangre reciente, la sala estaba iluminada de unas luces rojas y había cuatro pruebas, una para cada uno de nosotros, en cada una de las pruebas ponían nuestros nombres y una pregunta, y si no la acertábamos moriríamos, el fin de estas preguntas según un cartel que había en frente era que nos haría ver si de verdad nuestra amistad era como pensábamos sacando a la luz lo que pensábamos acerca de cada uno para odiarnos en el lecho de nuestra muerte.
La primera pregunta fue para Ana.
“¿Ana, por qué le contabas los secretos de Sara a todos los del instituto?”
Sara no dejaba de mirar a Ana sorprendida, no se esperaba esto, Ana mientras lo negaba todo, hasta que de repente apareció un cuchillo de la nada y se le clavó a Ana en su corazón.
“Esto te pasa por engañar a tu mejor amiga, siguiente”.
Me di cuenta de que solo quería que nos enfadáramos para no darnos cuenta de la situación y así…
Le tocó el turno a Pedro, el cual se negó a contestar a todas las preguntas y apareció un hacha de la nada y le cortó la cabeza.
Solo quedábamos Sara y yo, por muy raro que parezca yo no estaba llorando, no sabía ni cómo me sentía, mientras que Sara no dejaba de llorar.
“Muy bien, solo quedáis vosotros, Sara, ¿por qué decidiste inventarte todo eso de que Pablo era gay para no aceptar que él te había rechazado?”.
Sara no respondió y solo seguía llorando, por lo que el espíritu le susurró en el oído si estaba lista, y al minuto, desapareció.
Solo quedaba yo, todos mis amigos estaban muertos, estaba solo, salí del desván corriendo y al llegar a la entrada apareció una foto de todos mis amigos y yo, y una nota. En ella ponía:
“Gracias por jugar, sé feliz”.
Y se abrió la puerta ante mis narices.
Después de eso, estuve yendo a un psiquiátrico porque todo el mundo decía que estaba loco, aquel día lo recuerdo y siempre lo recordaré como la última noche de mi vida antes de desmoronarse.