El día que deje de verte es el título del nuevo relato que publicamos en este ciclo de Cuentos por Halloween, una narración escrita por Gema Sánchez Hernández, de 4ºA de ESO, en la que asistimos a las terribles consecuencias de una fatídica maldición…
El día que deje de verte
por Gema Sánchez Hernández
Solía verle todos los días, la mayoría de veces en el espejo o detrás de la puerta cuando esta se encontraba cerrada, o sentada en la silla de mi escritorio, incluso al lado de la lavadora.
Ahora sí, sé que no sabéis de lo que os hablo, yo tampoco. Me llamo Aday, tengo 20 años aunque no los he vivido todos, esto ni si quiera es vivir, nací prematuro pero qué va, eso ahora no importa, suelo irme por las ramas siempre, vivo o vivía, no lo sé ciertamente, en primera línea de playa, nunca me ha faltado de nada. Pensarás que te estoy hablando de esto porque no tengo nada de qué hablar, pero la verdad es que sí.
Cuando yo tenía 12 años, mis padres querían mudarse de mi antigua casa porque decían que era un pueblo triste, sin gente y siempre pasaban cosas raras.
Una tarde mis amigos y yo decidimos ir a una nave abandonada que había a las afueras de la ciudad, allí siempre nos reuníamos y hablábamos de nuestras cosas porque nadie podía molestarnos, aunque días antes habían anunciado la muerte de una mujer, la más anciana del pueblo, tenía 99 años, ni uno más ni uno menos, todo el mundo la conocía aunque nadie hablaba de ella, ni si quiera querían acercarse a ella, como he dicho antes estaba muerta pero, sin embargo, no encontraban su cuerpo, era el quinto día de la investigación pero nada, ni si quiera un rastro de ella, decidimos salir a buscarla también, no teníamos ni idea de las repercusiones que esto tendría.
Así que apunté en un papel, “mujer cadáver: pelo negro, ropa blanca (casi siempre falda), gafas, pañuelo sobre los hombros y camisola también blanca”.
Ya podíamos emprender nuestra investigación, después de la larga caminata hacia allí, por fin llegamos a la nave, era enorme, la recordaba tal y como era, y eso que hacía tiempo que no iba por allí, mis padres al enterarse me lo prohibieron completamente, y sin andarme con rodeos, efectivamente, como esperábamos, allí estaba el cuerpo, pero por si encontrarnos cinco amigos un cadáver no era suficiente…, imagínate de la forma en la que nos lo encontramos, decirlo puede resultar muy fácil pero…, solo puedo hablar de esto ahora que estoy medio curado, sí, y ahora te cuento eso de “medio curado”; la señora Matilde estaba ahorcada en la puerta de atrás de la nave, y junto a ella había una nota que decía: “No confundáis la muerte con el suicidio, estoy perfectamente pero hay algo que no me deja vivir en paz, quien encuentre mi cuerpo quedará maldito toda la vida”.
La verdad es que yo fui el primero en leer esa nota y con más razón me pesa tanto haberle hecho caso a mis amigos aquel día, sentí que mi cuerpo estaba paralizado y mi mente también, que el que estaba muerto era yo, aunque eso no era así, vomité un par de veces pero también yo creo que fue del tremendo asco que me dio ver el cuerpo ensangrentado, Matilde debía de haberse autolesionado antes de atarse de esa soga y dejarse caer, así que sin articular palabra me fui a casa, estaba atemorizado, en serio, nunca había tenido tantísimo miedo, mis padres también estaban muy asustados al verme blanco como la pared, me acosté a dormir pero no pude, notaba una presencia a mi lado toda la noche pero al abrir los ojos no veía a nadie, empecé a encontrarme mal, a la noche siguiente igual, pero al abrir los ojos en la puerta veía a una persona de blanco, no soy capaz de describir su rostro, estaba aterrorizado, la veía todos los días durante dos semanas, hasta que me decidí por decírselo, empecé a aislarme, no quería ir al colegio, ni si quiera salir por las tardes a jugar con mis amigos, su presencia me acompañaba siempre, y hasta podía escucharla hablarme, no sé qué me estaba pasando y tenía muchísimo miedo, mis padres me llevaron al psicólogo, después de diez sesiones sin mejoría el médico decidió derivarme al psiquiatra, no daban con mi enfermedad y mientras tanto yo la seguía viendo cada vez en más partes, siempre estaba detrás de mí.
Por fin después de un largo periodo de tiempo, de viajes, de tratamientos, de ver caras desconocidas día sí y día también, dieron con mi enfermedad, tenía esquizofrenia, y ocho años después aquí sigo, en una cama, atado de pies y manos.