El ciclo de cuentos de terror continúa. Hoy publicamos uno escrito por Carlos Mata Moñino, de 4ºC de E.S.O., que nos ofrece un relato en el que el personaje dialoga con alguien que, al parecer, no le hace mucho bien… Más que físico, se trata en este caso de un terror psicológico que, no obstante, también pasa facturas a nivel físico, y qué facturas…, qué fracturas…
SILENCIO
por Carlos Mata Moñino (4ºC E.S.O.)
Pensad por un segundo en tener un poder con el que la imaginación gobierne sobre nuestras mentes, un poder con el cual la realidad no nos afecte a la hora de hacer cosas.
Realmente, nuestra mente es una de las armas más valiosas que poseemos. ¿Y si algo o alguien fuera nuestro 50% a la hora de pensar?
Y aquí comienza nuestra historia.
—Hola, ¿hay alguien? —Grité sin obtener respuesta—. ¡Hola! ¡Necesito ayuda! ¿Es que en este lugar tan grande no hay nadie? —Insistí.
—Silencio, me llamo Silencio —dijo alguien.
—Pues no te veo.
—Estoy aquí, a tu derecha— Silencio contestó.
—¡Ah, vale! Soy Aldo, encantado —le di la mano y le toqué el hombro.
—Y, bueno, ¿qué haces por aquí? —Preguntó Silencio.
—Pues me he perdido, no sé adónde ir —dije sincero.
—¿Y no has probado a ir por ahí? —Señaló un barranco de tres metros.
—¿Por el barranco? ¿Estás loco? —Exclamé.
—¿Loco yo? Para nada, el que está loco eres tú —Silencio me empujó.
*
El miércoles volví a casa del hospital, temprano. Silencio me había estado acompañando durante toda mi visita al doctor. Al salir de ahí quería hablar seriamente con él y, de hecho, lo hice.
—Hombre, Aldo, por fin decides hablarme. Mira el lado bueno, ya sabemos que sobrevives a caídas de cuatro metros.
—Y gracias a ese matojo —le contesté.
—¿Sabes qué? Yo creo que deberías hacerlo de nuevo.
—Claro, y así no sobrevivo —dije con tono sarcástico.
—No caigas a breva.
—No, mejor me caigo en un barranco, que es lo que quieres —respondí enfadado.
—Relaja esos humos y perdóname, anda.
—Mira, porque no tengo otra, que si no…
—¿Eso es que sí? —Preguntó silencio alegre.
—Sí —afirmé.
—Vale, pero quiero estar seguro de que de verdad me has perdonado. Así que… escribiré mi nombre en tu piel.
—Jajaja… ¿Cómo? ¿Con un rotulador?
—No, más quisieras. Con eso —respondió Silencio señalando un cuchillo.
—¡Pero estás loco! No voy a hacer eso.
—Pues lo tendré que hacer yo —dijo Silencio muy seguro de sí mismo.
Lo hizo.
*
Dos años más tarde, doce puntos y una cicatriz para toda la vida en el brazo, quería saber más de él.
—Silencio, ¿quién eres? —Le pregunté.
—Si te lo digo perderemos la magia.
—¡Qué magia ni qué mierdas! Me rajaste el brazo y me tiraste por un barranco.
—Pero fue con cariño —me tocó el hombro.
—¿Quién eres? ¡Dilo ya! —Saqué toda mi rabia.
—No —movió la cabeza de un lado a otro.
—Dilo.
—Vale, lo diré, pero antes tendrás que hacer una cosa por mí.
—¿El qué?
—Matar a tu hermano.
—¿Cómo? ¿He oído bien? ¿Has dicho que mate a mi hermano?
—Sí, lo has oído perfectamente.
—¡No voy a hacer eso!
—Pues, Aldo, esto ya se está convirtiendo en tradición: si no lo haces tú, lo haré yo.
*
Esa tarde, mi hermano murió. Después, mis padres decidieron llevarme a un psicólogo, lo único que me dijeron fue: “Es por nuestro bien”. Entré a la sala, la cual era toda blanca, con solo tres sillas negras y una mesa grande presidida por el psicólogo. Tras varias pruebas, el doctor lo reveló todo: dijo que mi mente se había apoderado de mi cuerpo, y mi mente era 80% Silencio. Exacto, Silencio es ese poder llamado Esquizofrenia.
Carlos Mata Moñino (4ºC E.S.O.)