Otro nuevo relato de terror para ponernos los nervios como escarpias este Ciclo de Halloween es el de Anaís Lastra Soriano, de 4ºB de ESO, titulado Las cuatro ovejas, que trata sobre una terrible injusticia y sobre una truculenta venganza…
LAS CUATRO OVEJAS
por Anaís Lastra Soriano
Érase una vez en un pequeño pueblo de Inglaterra llamado Cotswolds, una encantadora familia que vivía en una apartada casa en la colina de un monte cercano. Estaba formada por un padre que trabajaba en la mina del pueblo y una madre ama de casa, los cuales tenían un hijo llamado Jonas.
Este era un niño antisocial que se pasaba la mayor parte del tiempo en un descampado detrás de su casa. Como no le hacían caso, nadie sabía a qué jugaba en ese apartado lugar, solo aparecía su padre de vez en cuando para pegarle palizas, las cuales le fueron dejando secuelas en su memoria.
Un día llamó a la puerta de Jonas una muchedumbre enfurecida. Reclamaban al niño ya que era el único sospechoso de la muerte de cuatro ovejas calcinadas, que aparecieron cerca del descampado donde solía jugar. El padre sacó al niño fuera y ante toda la gente lo castigó, dándole golpes con palos y piedras hasta que este perdió el conocimiento.
Se levantó días más tarde en la cama de su habitación, con los ojos todavía ensangrentados y unas agujetas insoportables de la paliza, y lleno de rabia se escapó. Él no era el culpable de la muerte de esas ovejas y esto no iba a quedar así. Se escondió en un bosque cercano y ahí permaneció sin que nadie supiera nada de él durante años. Aprendió a sobrevivir con las dificultades de la naturaleza y se convirtió en una “máquina de matar”.
Cuando el tiempo pasó y nadie se acordaba de él, volvió al pueblo y sin ser visto fue ejecutando sus venganzas. Primero mató a todo el ganado del pueblo, incendió cosechas y asesinó a un granjero. Todo el mundo estaba desconcertado, en un pueblo tan pequeño donde la gente conectaba tanto empezaba a fluir la inseguridad.
El chico siguió permaneciendo oculto y aterrando al pueblo, en el cual cada vez se respiraba más el miedo.
Empezaron a producirse más y más altercados y la gente no quería salir de casa, ya que se sentían inseguros por si les pasaba algo, aunque Jonas fue casi directamente a por los suyos. Ahorcó a su padre y secuestró a su madre para llevarla a lo alto de la colina. La ató a un tronco y la decapitó, prendió el tronco en llamas y lo tiró colina abajo, rodando este hasta la plaza del pueblo.
La gente se quedó patidifusa, el caos empezó a reinar en el pueblo y la gente perdía el control, asustados y temiendo por sus vidas comenzaron los asesinatos entre vecinos.
Jonas continuo quemando el campanario del pueblo y el fuego se fue extendiendo a todas partes, devorando casa por casa a todo el vecindario y matando lentamente a los habitantes. Mientras, este disfrutaba del panorama y colgaba una cuerda a la rama de un árbol centenario del descampado donde jugaba.
Cuando el fuego consumió el pueblo, y después de muchas horas de terror, este ató la cuerda a su cuello y se ahorcó dejando atrás una vida de complejos y temores provocados por la mala gente de su entorno.